Por el canónigo Aime-Georges Martimort y traducido por Sergio Garibay
(De La Maison-Die, no 11, publicado en 1957)
Muchos autores, al tratar las cuestiones litúrgicas, parecen considerar el uso de una lengua muerta y universal en las ceremonias como una exigencia tradicional en la Iglesia. Esto es ignorar completamente la historia: la disciplina, en esta materia, ha sido muy variable según las épocas y los lugares, y se ha establecido menos sobre la base de principios doctrinales que sobre hechos muy contingentes. Incluso una rápida ojeada a esta evolución1 permitirá darse cuenta claramente del carácter relativo de las prescripciones relativas a la lengua litúrgica y de las posibilidades abiertas a la Iglesia el día en que, en su sabiduría, creyó necesario reconsiderar estas prescripciones.
Capítulo I Antigüedad (de los siglos I a VI)
La Iglesia naciente podía vacilar, en la celebración de su liturgia, entre dos expresiones lingüísticas. Existía, en efecto, el ejemplo de los judíos de Palestina, que utilizaban el Hebreo, una lengua muerta, para el culto del templo, el ritual pascual, la lectura de la Biblia (por no hablar de la práctica del paganismo Romano, cuyas fórmulas rituales escritas en cursiva antigua eran a menudo ininteligibles incluso para las letras). Pero al mismo tiempo, había otro uso, el de la sinagoga y los judíos helenizantes, que consistía en utilizar, para el culto, una lengua viva, escrita o hablada (Griego Común, Arameo, etc.).
Al tener que elegir entre la celebración en una lengua muerta y la celebración en una lengua viva, la Iglesia ha optado en todas partes por la lengua viva. La que parece más universal es el griego. Vemos su uso desde el siglo I en Grecia propiamente dicha (Epístola a los Corintios), en Asia (Epístolas de San Pablo, Apocalipsis), en Siria-Palestina, en Roma (Epístolas a los Romanos, Evangelios de San Marcos; San Clemente). En Roma, en particular, el griego dominó con exclusión del latín, hasta mediados del siglo III, como se puede ver por las inscripciones de las catacumbas, las obras de San Justino, las de San Hipólito2. Que no nos imaginemos que hay allí el deseo de tener una lengua litúrgica única: donde se utiliza el griego, es porque, de hecho, la mayor parte de la comunidad es de habla griega (este es el caso de Roma, en particular, y esto es ahora claramente destacó el valor por todos los historiadores). Pero en los centros donde no se habla Griego, se ponen otras lenguas al servicio de la liturgia.
Así, el Latín es, desde el principio, la lengua litúrgica de África (Cartago): El Latín, y no el púnico, que está en vías de desaparecer por completo, hasta el punto de que los oyentes de San Agustín no lo entienden, este obispo se ve obligado a traducir al Latín un proverbio local3. Algunas comunidades de Siria-Palestina utilizaban el Arameo, como demuestra la existencia en esta lengua de un texto de San Mateo. El Siríaco de Edesa se utiliza mucho antes que San Efrén y la Pešitta; sin entrar en la discusión de las fechas de las antiguas versiones de la Biblia, es cierto que el Diatessaron de Tatiano fue desde su composición, hacia el año 172, objeto de una traducción al siríaco. En Egipto, el griego domina en Alejandría y Fayum, pero a medida que el cristianismo se adentra en el interior del país, la liturgia utiliza otras lenguas. Dato notable: las iglesias no descartaron ninguno de los dialectos Coptos. Sin embargo, estos dialectos fueron ignorados oficialmente por la administración; algunos aún no estaban fijados por escrito. Estas dificultades no parecen haber frenado a los misioneros del Alto Egipto, ya que, al menos desde el año 275, la Biblia se lee en copto en las iglesias4: hay una versión sahídica, una versión acmínica, una versión fayumica. El carácter popular de la liturgia Egipcia, por tanto, aparece de forma llamativa; incluso había traductores en las comunidades bilingües, como el mártir Procopio, que interpretaba la liturgia en Escita.
Las Iglesias no sienten ninguna reticencia a cambiar la lengua litúrgica cuando surge la necesidad. El caso más típico a este respecto es el de Roma: durante el siglo III, el Latín compite allí con el Griego, al que suplanta definitivamente hacia el año 375; más tarde, en el siglo VII, la presencia de una imponente colonia bizantina provocará un retorno parcial a la lengua de San Pablo y San Clemente (lecturas bilingües en la misa y en la vigilia; fórmulas, bilingües en el bautismo, etc.). Del mismo modo, en Egipto, los dominios respectivos del griego y de los dialectos locales tienen fronteras bastante cambiantes según las vicisitudes políticas. Por último, en algunos países, evangelizados primero en griego o en siríaco, se forma posteriormente una liturgia en la lengua nacional, como Georgia y Armenia. En Georgia, el Kartveliano debió ser adoptado entre los siglos V y VI, mientras que la evangelización había tenido lugar en el siglo IV; en Armenia, país Cristianizado desde finales del siglo III (San Gregorio el Iluminador), la lengua nacional fue introducida en el culto por el patriarca Isaac el Grande, durante el primer cuarto del siglo V.
Así, en varios países, gracias al espíritu litúrgico de los misioneros, las lenguas locales se fijan y se elevan al nivel literario. Pero todos estos países están situados al este de Roma, todas estas lenguas son lenguas de Oriente. En la Galia, España, Irlanda, la liturgia se celebra en latín. Con una excepción (la iglesia gótica del obispo Ulfila), todos los pueblos bárbaros que invadieron Occidente en el siglo V-VI adoptaron también el latín. Esto se debe a que el latín encontró, en los países de Occidente, un poder de penetración contrario al que las lenguas griega y siríaca conocieron en Oriente: de las lenguas locales de Occidente5, tanto de los nativos como de los invasores, no quedó casi nada. Esta diferencia conducirá a una gran divergencia disciplinaria sobre la cuestión de la lengua litúrgica entre las Iglesias de Oriente y las de Occidente, como veremos enseguida. Por el momento, constatemos con Orígenes la gran diversidad de lenguas litúrgicas en el catolicismo de la época imperial; lejos de asombrarse por ello, el sacerdote de Alejandría lo encontró un tema de edificación: Los griegos usan palabras griegas, los romanos palabras latinas, y todos los demás pueblos rezan y alaban a Dios cada uno en su propia lengua. Dios, siendo el maestro de todas las lenguas, escucha a los que le rezan en tantas lenguas diferentes, como si rezaran en una sola lengua; pues no es como los hombres, que conocen una lengua, bárbara o griega, ignoran las demás y no se preocupan por los que hablan una lengua diferente a la suya.6
Capítulo II Métodos Misioneros de Oriente a Occidente (siglos VII a X)
Los Sirios no tuvieron una expansión misionera. Por el contrario, los Egipcios evangelizaron Etiopía, los Nestorianos llevaron a Cristo a la India y a China, los Bizantinos fundaron la Iglesia entre los diversos pueblos eslavos. Los Nestorianos, en todas sus misiones, conservaron el Siríaco como lengua litúrgica en todas sus misiones, sin ninguna explicación para este principio. Su rigor sólo se debilitó en lo que respecta a las lecturas y los himnos, que se tradujeron al Sogdiano, Húngaro, Mongol y Chino7.
Por otra parte, egipcios y bizantinos tradujeron la liturgia y la Biblia a la lengua local en todas partes. En una fecha difícil de precisar (¿siglos V-VII?), el Gheez se convirtió en la lengua litúrgica de la Iglesia etíope, subsidiaria de la de Alejandría. En cuanto a los Griegos, no dudaron en traducir sus libros sucesivamente al pravoeslavo, al árabe (siglo X)8 y más tarde al rumano (siglo XVII). Fieles a su tradición, los misioneros Bizantinos de la época moderna utilizaron el en las provincias Bálticas, el Estonio, el Letón, el Alemán, en Alaska y los territorios circundantes, el Esquimal y los dialectos Indios. En China y Japón, el Chino y el Japonés; en América del Norte, el Inglés y el Francés, etc. Podemos ver lo fiel que es este método.
Por el contrario, sería una profunda revolución en las prácticas misioneras de la Iglesia occidental si la liturgia fuera celebrada por ella en una lengua distinta del Latín. En efecto, la evangelización llevada a cabo por los occidentales en el período anterior al siglo XVI no planteó casi nunca el problema de una traducción de la liturgia: incluso la catequesis y la predicación tenían lugar en latín. Los anglos, evangelizados por San Agustín, habían conocido la civilización latina en la Alemania romana, y encontraron en suelo inglés restos muy importantes de la cultura latina; su lengua, además, contiene muchas palabras latinas y no se escribirá antes del siglo VIII. También fue en latín que San Bonifacio introdujo la liturgia en la Alemania no imperial y San Ansgar en los países escandinavos. Sin embargo, hay una zona algo confusa en las fronteras de Oriente y Occidente. La obediencia litúrgica se solapa, al igual que los derechos misioneros: Las islas Griegas están dispersas en Italia y hasta Roma. Es la liturgia Romana, que se implanta en la parte Dálmata, pero según el principio de los Bizantinos, se traduce allí es un dialecto (misal Glagolítico, siglo IX°)9.
El acuerdo no siempre fue tan pacífico, ya que durante el pontificado de Juan VIII estalló un grave conflicto entre los dos usos a causa de las misiones de Moravia. Moravia fue evangelizada simultáneamente por Alemanes, que, siguiendo la costumbre occidental, celebraban la liturgia en Latín y predicaban en Latín10, y por misioneros de Bizancio, Constantino de Bizancio, Cirilo y Metodio. Este último, fiel a la tradición oriental, emprendió inmediatamente una traducción de la Biblia y de la liturgia y para ello creó un alfabeto que permitía la transcripción en Eslavo.
La rivalidad de los apóstoles Germánicos lleva a la sede apostólica la cuestión de la ortodoxia de los bizantinos y de la legitimidad de sus traducciones. Parece que a estas traducciones se les hizo la siguiente objeción de principio: la inscripción de la cruz del Salvador estaba en hebreo, griego y latín, por lo que sólo estas tres lenguas pueden alabar al Señor. Metodio no tuvo dificultad en demostrar al Papa Juan VIII la tradicional inconsistencia de tal principio. Obtuvo satisfacción en toda la línea mediante una carta cuyas consideraciones son particularmente importantes11: Litteras denique Sclavonicas, a Constantino quondam philosopho repertas, quibus Deo laudes debite resonent, jure laudamus, et in eadem lingua Christi Domini praeconia et opera ut enarrentur, jubemus. Neque enim tribus tantum, sed omnibus linguis Dominum laudare auctoritate sacra monemur, quae praecipit dicens : laudate Dominum omnes gente et collaudate eum omnes populi. Et apostoli repleti Spiritu Sancto locuti sunt omnibus linguis magnalia Dei. Hincet Paulus caelestis quoque tuba insonat, monens : omnis lingua confiteatur quia Dominus noster Jesus Christus in gloria est Dei Patris. De quibus etiam linguis in prima ad Corinthios epistola satis et manifeste nos admonet quatenus linguis loquentes, ecclesiam Dei aedificemus (I Cor., XIV 2-6). Nec sane fidei vel doctrinae aliquid obstat sive missas in eadem Sclavonica lingua canere, sive sacrum evangelium vel lectiones divinas Novi et Veteris Testamenti bene translatas et interpretatas legere aut alia horarum officia omnia psallere, quoniam qui fecit tres linguas principales, Hebraeam scilicet, Graecam et Latinam, ipse creavit et alias omnes ad laudem et gloriam suam. De este modo, el Papa consagró oficialmente el principio de los orientales a pesar de la oposición de los occidentales; las objeciones formuladas por estos últimos a partir de un argumento pseudoescritural quedaron reducidas a la nada. Es interesante observar que estas mismas objeciones se formularán de nuevo siete siglos más tarde, como veremos posteriormente.
Ciertamente, el papa Esteban V revocó la decisión de su predecesor Juan VIII12, pero hay que señalar que no apeló a ninguna consideración teológica; se basó únicamente en los hechos, cuya falsedad, por otra parte, había declarado expresamente Juan VIII en una carta a San Metodio13. La cábala de los misioneros Alemanes jugó así con Esteban, pero esta vez San Metodio estaba muerto y ya no podía defender su causa ante la sede apostólica: Divina autem officia et sacra mysteria ac missarum solemnia, quae idem Methodius Sclavorum lingua celebrare praesumpsit, quod ne ulterius faceret, supra sacratissimum b. Petri corpus juramento firmaverat, sui perjurii reatum perhorrescentes nullo modo deinceps a quolibet praesumatur...
El Papa sólo concede (prueba de que esto no era común en la liturgia Latina) que la explicación de la epístola y el evangelio se hace en Eslavo: Excepto que, ad simplicis populi et non intelligentis aedificationem attinet, si evangeliis vel apostoli expositio ab eruditis eadem lingua annuncietur, et largimus et exhortamur, et ut frequentissime fiat monemus, ut omnis lingua laudet Deum et confiteatur ei14 .
Capítulo III La Edad Media (siglos X a XV)
En la Edad Media, no parece que la jerarquía se planteara la cuestión de la lengua litúrgica, aunque San Gregorio VII renovó, para Bohemia, la prohibición del eslavo ya formulada por Esteban V15. Un decreto de Inocencio III en el Concilio de Letrán (c. 14, 1. I, tit. 30) se refiere a la presencia, en ciertas diócesis latinas, de fieles de los ritos orientales.
Sin embargo, insensiblemente, la lengua hablada en los distintos países de Europa se separa cada vez más del Latín. Las lenguas Romances y las Germánicas comienzan incluso a tener una literatura abundante (poesía, cuentos, novelas, fabliaux, lieds). Ciertamente, el latín sigue siendo la lengua oficial de los tratados, de las actas notariales, de los tribunales, de los profesores, de los libros, de toda la vida seria en definitiva. En Francia y en Italia (en España también, sin duda), su pronunciación lo hace muy cercano a la lengua vulgar, y por tanto inteligible (cf. Pater noster, pronunciado patenostre o patenôtre en Francia). Sin embargo, en las regiones periféricas principalmente (Inglaterra, Bohemia), se queja de no entenderlo; en Francia, la lengua vulgar se mezcla con el latín en el canto litúrgico (piezas rellenas, etc.). Esta evolución fue tan insensible que nunca preocupó a la Iglesia, ni a los Estados, que siguieron utilizando el latín como lengua oficial, del mismo modo que la Iglesia. Así, el cristianismo es una realidad profunda, y la unidad de la lengua consolida su homogeneidad. El cisma de Oriente del siglo XI, a pesar de las cruzadas y los concilios de unión, hizo que la Iglesia quedara más ligada al destino de la "Romanidad".
Se han alzado voces para pedir la liturgia en lengua vernácula, y quizás se han tomado iniciativas en este sentido. Pero estos intentos de reforma litúrgica fueron prematuros: se juzgó, con razón, que quitaban a las cosas sagradas su dignidad, al exponerlas en el lenguaje de la escena y del club nocturno. Además, procedían de personas que habían caído en la herejía y que habían perturbado, con su revuelta, la paz de la Iglesia: los Albigenses, Wicleff, Jean Huss.
Capítulo IV El siglo XVI
En el siglo XVI, el latín sigue siendo la lengua de los estudios y de la ciencia y, gracias a los humanistas, incluso se reaviva entre las personas cultas que lo hablan y escriben. Pero hay que convenir en que ya no es una élite la que lo entiende en adelante; incluso se puede decir que el humanismo es responsable de gran parte de la decadencia de la gramática latina de Cicerón y al adoptar una nueva pronunciación (mal llamada Francesa), se han incrementado en grandes proporciones las diferencias -que lo oponían a las lenguas modernas- se han incrementado en las lenguas modernas, cada vez más diferenciadas y evolucionadas, y estabilizadas. La cristiandad ya no existe, los estados modernos ya no se sienten unidos por un ideal común; el mundo de los más se ha ampliado de repente tanto en el este como en el oeste, trastornando las concepciones de la sociedad medieval.
Este cambio total de la situación del latín fue constatado por Francisco I, quien, en 1536, en un edicto fechado en Villers-Cotterets, decidió que los actos oficiales se escribieran en adelante en francés. Mientras que era la lengua por excelencia, la de toda la vida seria, la de todo lo solemne y oficial, el latín pasa a ser en adelante sólo la lengua de la Iglesia, de la Universidad y de los eruditos.
En aquella época, los protestantes habían incluido en su programa revolucionario la adopción de la lengua vernácula en la liturgia. Cuestión de táctica, se podría decir, la herejía quiere apoyarse en el pueblo: de paso, es bastante doloroso constatar que la Iglesia ha dejado demasiado a menudo a los herejes el monopolio de los métodos francamente populares; la audacia de San Ambrosio luchando contra los arrianos con su propio método introduciendo himnos populares en la celebración de los oficios no ha sido suficientemente imitada, y dolorosas ruinas son quizás atribuibles a nuestra timidez. Sin embargo, entre los protestantes, la adopción de la lengua vulgar es más que una cuestión de la misa y los sacramentos, que a sus ojos no tienen ningún valor ex opere operato, teniendo sólo la eficacia de la predicación, se vuelven totalmente inútiles si esta predicación no es escuchada por los fieles.
El lenguaje litúrgico en el Concilio de Trento
El Concilio de Trento, por tanto, tuvo que abordar, en su sesión sobre la misa (agosto-septiembre de 1662), la cuestión de la lengua vulgar en la liturgia. Entre los artículos extraídos de las obras de los reformadores y sometidos a discusión, el noveno está concebido así "An missa nonnisi in lingua vulgari, quam omnes intelligant, celebrari debeat". Hay que decir que la Asamblea se enfrentó a dificultades más serias, de carácter doctrinal, que hicieron que ésta quedara relegada a un segundo plano; apenas tres teólogos menores y algunos teólogos y unos pocos Padres expresaron su sentir, y siempre de forma vaga y breve. He aquí, sin embargo, las indicaciones de este debate.
1) Casi todo el mundo estaba de acuerdo en que el principio de la misa en lengua vernácula no debía ser condenado: Ferrante y varios obispos (Bracaren, Calamonen, Veglen) insistieron en este punto. El teólogo salmantino De Santis llegó a afirmar que el Papa podía decidir un cambio de disciplina en este punto si lo consideraba oportuno16. El texto definitivo del capítulo VIII tiene en cuenta precisamente estas reservas: "Non tamen expedire visum est Patribus ut lingna vulgari missa passim celebretur. " El argumento de las tres lenguas presentado por el mismo De Santis no parece haber hecho mella en nadie para convencerse.
2) Sin embargo, no se tuvo en cuenta la demanda de los protestantes, y he aquí las razones por las que se consideró inadecuada la traducción de la liturgia:
a) "Ne margaritae dentur porcis, ne vulgo arcana Dei publicentur et ludibrio habeantur17"; "neque videtur esse dubitandum quin, si missae vulgaricujusque gentis idiomate peragerentur, divina mysteria minori reverentia colerentur18" Este argumento se remonta a Gregorio VII " Nevilescerent et subjacerent despectui19. "Hoy nos sorprende un poco. Para entenderlo, hay que recordar lo que he apuntado más arriba, que durante toda la Edad Media, el latín era la lengua de la vida "seria" y de todo lo noble y oficial. Benedicto XIV, todavía en el siglo XVIII, escribió en su De sacrificio-missae, 2, 2, 5: "Cum tot sint vulgares linguae risu plane dignae et prorsus contemnendae. "No hay que perder de vista también que en aquellos tiempos, conocidos como tiempos de gran fe, había una familiaridad con las cosas sagradas que rayaba en la irreverencia: El sur de Italia podría, incluso antes de la presente guerra, darnos una idea de ello. Por último, el propio clero estaba muy mal educado y carecía de toda dignidad, estaba demasiado involucrado en la vida popular más trivial.
b) "Esset etiam magnopere periculosum ne varii in multis translationibus errores nascerentur20
3) Estas razones no parecieron satisfactorias a varios Padres21. No aparecen en el texto definitivo. Además, el texto de 1 Cor. XIV, 16, surgió varias veces en la discusión, y cada vez fue difícil evitarlo. Si es citado por Justiniano22, Cesare Ferrante declara perentoriamente: Justinianum loqui de more greco23; en cuanto a Francisco de Santis, he aquí cómo lo maneja: et ad 1 Cor. et ad 1 Cor. XIV, 16, quod opponunt haeretici, quod necesse est ut adstantes in ecclesia audiant quae dicuntur, etc., respondit Paulum intelligere de praedicante verbum Dei, vel quia eo tempore is mos erat, cum omnes essent tanquam religiosi et pii neque erat periculum irreverentiae, ut esset nunc, quando caritas refriguit24. -Por otra parte, todos estaban de acuerdo en que al menos algunas partes de la misa estaban destinadas a la instrucción de los fieles y debían ser comprendidas por ellos: etsi Missa magnam contineat populi fidelis eruditionem, dice la redacción definitiva del capítulo VIII25.
4) Para compensar en parte los inconvenientes de la liturgia latina, el Concilio pide a los responsables de las almas que aseguren la explicación de los Santos Misterios y de las lecturas: Ne oves Christi esuriant, neve parvuli panem petant et non sit qui frangat eis, manda Sancta Synodus pastoribus singulis curam animarum gerentibus, ut frequenter inter missarum celebrationem vel per se vel per alios ex his quae in missa leguntur aliquid exponant, atque inter cetera sanctissimi hujus sacrificii mysterium aliquod declarent, diebus praesertim dominicis et festis26. Este texto, mucho más amplio que el proyecto original, no limita estas explicaciones a la epístola y al evangelio; tampoco especifica que deban darse necesariamente durante la homilía. Sin embargo, en la práctica, estas libertades y este consejo rara vez se aprovechan.
Capítulo V El lenguaje de la liturgia después del Concilio de Trento
Los ataques contra el Concilio de Trento no faltaron en el campo de los protestantes; los más violentos vinieron de un apóstata italiano, Paolo Sarpi (Pietro Soave). Entre otros agravios, los innovadores reprocharon al Concilio de Trento su actitud ante el lenguaje vulgar en la liturgia.
Las controversias y los teólogos católicos se vieron así llevados a retomar periódicamente el problema, pero ahora con una preocupación apologética: para ellos, se trataba de justificar las decisiones del Concilio, de desarrollar las razones susceptibles de demostrar su validez. De ahí la tendencia a transponer al plano de los principios una disciplina que los Padres de Trento habían basado únicamente en la conveniencia; esta tendencia se observa en San Belarmino, y de nuevo, en el siglo XVIII, en Benedicto XIV 27.
Las decisiones oficiales de la Iglesia se vieron influidas por este endurecimiento de la polémica. En 1699, la Santa Sede condenó la propuesta de Quesnel no 86: Eripere simplici populo hoc solatium jungendi vocem suam voci totius ecclesiae est usus contrarius praxi apostolicae et intentioni Dei28. No es posible determinar con exactitud de qué "nota" se debe marchitar esta proposición, porque, según la costumbre, se condena en bloque con las demás, sin que se especifique cuáles son "respectivamente heréticas, temerarias o falsas". Por otra parte, la propuesta 66 del Sínodo de Pistoia recibió una calificación precisa de Pío VI: propositio asserens fore contra apostolicam praxim et Dei consilia, nisi populo faciliores viae parentur suam vocem jungendi cum voce .totius ecclesiae, - intellecta de usu vulgaris linguae in liturgicas preces induceiidae : fasa, temeraria, ordinis pro mysteriorum celebratione praescripti perturbativa, plurimorum maloruni facile productrix. (Bulle Auctorem fidei, 28 août 1794, D. B. 1566.) Es notable que, a pesar de su rigor, esta condena se mantiene en el plano de la oportunidad, del buen orden práctico, de una situación de hecho, y evita cualquier nota doctrinal.
La misma severidad en los actos disciplinarios. En 1661 (12 de enero), Alejandro VII condenó la traducción del Misal incluso para la lectura privada de los fieles; la Congregación de Ritos, en varias respuestas sucesivas, afirmó la prohibición de todo canto en lengua vulgar durante las ceremonias propiamente litúrgicas (misa cantada, vísperas)29 y proscribió, incluso fuera de la liturgia, la traducción de las oraciones litúrgicas30. Dispersos en la colección auténtica auténtica colección de decretos, estas respuestas fueron retomadas en un documento moderno destinado oficialmente a la Iglesia universal, el Motu proprio de Pío X del 22 de noviembre de 1903 (n. 7): "La lengua propia de la Iglesia romana es el latín. Por tanto, está prohibido en las ceremonias litúrgicas solemnes cantar nada en lengua vulgar; más aún, cantar en lengua vulgar las partes variables o comunes de la misa y el oficio en lengua vulgar." Hay que decir que hasta la Revolución de 1789, en Francia, el clero y el pueblo estaban de acuerdo con la Santa Sede para lanzar el más riguroso ostracismo sobre cualquier intrusión de la lengua vulgar en la liturgia: El latín aparecía como la piedra de toque de la ortodoxia, la lengua vulgar era un signo de reconocimiento de los reformados. La condena de Alejandro VII contra la traducción del Misal había sido precedida por una decisión en el mismo sentido de la Facultad de Teología de París (1655) y de la Asamblea del Clero de Francia en 1660.
La lengua vulgar, expulsada del oficio litúrgico, se refugió en los cánticos y las oraciones de devoción, que a su vez se superpusieron a la celebración de la misa baja tanto en Francia como en Italia y España. Sin embargo, no se debe concluir que el problema de la lengua vulgar ya no se planteaba ante la autoridad eclesiástica, que las diversas medidas disciplinarias que hemos señalado se aplicaban universalmente, y que se planteaban y aplicaban universalmente sin ninguna excepción . En primer lugar, se han mantenido costumbres locales que tienen un valor legítimo desde el punto de vista legislativo: así, por costumbre inmemorial, los cantos de Kyriale se interpretan en alemán en la misa solemne en ciertas regiones de Alemania y Austria.
Asimismo, el uso del misal glagolítico (liturgia romana traducida al eslavo) se ha mantenido siempre en la costa dálmata en las diócesis de Trieste-Capo d'Istria, Veglia-Arbe, Zara, Spalato, Sebenico, Szany-Modrus, como se reconoce oficialmente en el decreto de la Congregación de Ritos, núm. 3.999 de 5 de agosto de 1898.
Los frailes de Oriente se vieron obligados a presentar a Roma solicitudes de traducción de la liturgia a la lengua de los países que estaban evangelizando. Por lo general, la Santa Sede se negó a aceptar estas peticiones, por ejemplo, en 1627, la solicitud de los carmelitas descalzos para Armenia, en 1681 para el Cáucaso. Sin embargo, no siempre, y hay que señalar dos hechos poco conocidos.
Juan de Monte Corvino, el apóstol de Asia Central, obtuvo para sus misioneros la facultad de celebrar en Mongolia la misa en latín "tam verba canonis quam praefationis"; esto les aseguró una apreciable superioridad sobre los nestorianos que usaban el siríaco sin entenderlo31.
El 26 de marzo de 1615, el Santo Oficio32 dio, en nombre de Pablo V, una respuesta en principio favorable a la celebración en chino por parte de los sacerdotes nativos. Es cierto que diversas causas, entre ellas las violentas persecuciones, retrasaron la realización del misal romano traducido al chino: cuando, en 1680, el jesuita Philippe Couplet lo presentó a la Congregación de Ritos, no pudo obtener la aprobación; sin embargo, había acompañado su petición con un informe, publicado más tarde por los bolandistas en el Acta Sanctorum33, en el que exponía las dificultades muy particulares causadas por el nacionalismo chino y la casi imposibilidad de enseñar el latín a los nativos que se preparaban para el sacerdocio; concluía así: Liceat mihi quarere an, si Apostolorum principes Petrus et Paulus in Sinam praedicaturi advenissent, non id facturi fuissent quod Romae et Athenis fecerunt, et relicto lingua hebraeo- syriaca, ut ibi usi sunt graeca et latina, ita apud Sinas Sinica lingua in sacris non fuerint usuri34?
Este fue el principio de Cirilo y Metodio. El papa León XIII rindió un elogioso homenaje a los apóstoles de Moravia al insertar su fiesta en el calendario universal: con ello, la Iglesia pudo desprenderse de su pasado rigor en lo que respecta a las traducciones de la liturgia romana. En 1886, en el acuerdo con Montenegro se aceptó el uso restringido del paleoeslavo modernizado, o Gradjanka, para la diócesis de Antivari35. En 1920, se hizo una concesión mucho más importante a Checoslovaquia: mientras que el paleoeslavo fue admitido para la misa de rito romano en ciertas. En 1920, se hizo una concesión mucho más importante en Checoslovaquia: mientras que el paleoeslavo fue admitido para la misa de rito romano en ciertos días de fiesta en algunas iglesias grandes, la lengua popular se utilizó oficialmente en la misa mayor para el canto de la epístola y el evangelio, después de que se hubieran cantado primero en latín; también se utilizó para el bautismo, el matrimonio y las ceremonias fúnebres, y para la procesión del día de San Marcos, las rogativas y el Santísimo Sacramento36.
Por último, algunas diócesis de Alemania y Europa Central han obtenido de Roma, en el curso de los últimos veinte años, la aprobación de textos litúrgicos que implican un uso más o menos amplio de la lengua vulgar (por ejemplo, Múnich, 1929, Viena, 1935). Así, la disciplina de la Iglesia occidental en materia de lengua litúrgica está lejos de ser tan rígida como parece a primera vista: es susceptible de evolucionar según las circunstancias, y podría un día, bajo el efecto de las necesidades misioneras, unirse al uso de los misioneros griegos y egipcios37.
Notas: 1. Debo muchas indicaciones, principalmente para la Iglesia de Oriente, a mi amigo Jean DAUVILLIER, profesor de la Facultad de Derecho de Toulouse, que ha tenido la amabilidad de revisar y completar mi documentación. 2. Cf. G. BARDY, Investigación de la Ciencia Religiosa, 3o, 1940, pp. 109 ss; G. MORIN, Revue Bénédictine, 4o, 1928, p. 134 3. Sermón 167 De Sanctis 4. S. ATANASE, Vita Antonii, 2. San Antonio, que no conocía la lengua griega, se convirtió oyendo al diácono cantar el Evangelio. 5. A. MEILLET, Aperçus d'une histoire de la langue grecque, 56 edición, p. 305. 6. Contra Celse,8, 37. 7. Cf. Diccionario de Teología Católica, art. Nestorianos (E. car- dinal TISSERANT). 8. La lengua árabe se ha introducido progresivamente en las liturgias copta, siríaca y noruega. 9. Cf. K. MOHLBERG, Memoric della P. Accademia romana di archeologia, 2, 1927, pp. 207- 320. 10. Cf. JAFFE-WATTENBACH, n° 3407 11. Ibid, n° 3319; Migne, P. L., 126, 906. 12. Ibid. en 3407-3408. 13. Ibid. nr. 3344.-.-
14. IMd. Véase la bibliografía en E. AMANN, L'époque carolingienne,pp.451-463. 15. JAFFE-LOEWENFELD, n° 5151; Regestum, 7, 11. 16. EHSES,8,p. 744. t 17. De Santis, EHSES, p. 743. a 18. Proyecto de Doctrina del 6 de agosto de 1562; EHSES, p. 753. 19. JAFFE-LOEWENFELD, no. 5151. 20. Proyecto de Doctrina del 6 de agosto; EHSES, p. 753. 21. Veglen, EHSES, p. 766; Assaphaen, p. 771; Brixien, p. 780; Calaguritan, p. 780. 22. Novelle137. 23. EHSES, p. 742. 24. EHSES, p. 744. 25. D.B., 946. 26. Ibid. Volveré sobre este texto en otro artículo. 27. De sacrificio Missae, 2, 2. 28. D. B., 28. D.B., 436. 29. Decretos 3230, 3827 ad 1, 3113 ad 1, 3496 ad 1 .3994, etc. 30. Décret 3537 ad 3. 31. E. TISSERANT, Nestorianos, en el Dict de Théologie, col. 22/1. 32. DELPLACE, Synopsis actorum, p. 271, n. 162 y 164. 33. Propylaeum Maii. Paralipomena 34. Ibid. ,p.127 35. Thalhofer, Handbuch, I p. 23. 36. Documentación católica, 4, 1920, p. 94. 37. La expresión "lenguaje vulgar" utilizada a lo largo de este artículo es quizás equívoca hoy en día; parecería implicar 38. Parece implicar una nota depreciativa que, sin embargo, es ajena a sus orígenes: El De vulgari eloquentia de Dante trata de la lengua moderna, el toscano, que no desdeña utilizar en el Convivio y en la Divina Commedia. Littré define con acierto: "Lenguas vulgares se dice en oposición a lenguas cultas y lenguas muertas". Quizás sería mejor decir hoy en día lenguas nacionales.
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